La bodega by Noah Gordon

La bodega by Noah Gordon

Author:Noah Gordon
Language: es
Format: mobi, epub
ISBN: 9788492429653
Publisher: Roca
Published: 2012-06-04T16:00:00+00:00


32

El intruso

A finales de febrero aparecieron las primeras yemas pálidas, de un amarillo verdoso, y en cuanto el invierno cedió paso a la primavera Josep empezó a pasar largas jornadas de trabajo en la viña para terminar de podar y retirar la tierra acumulada en la base de las vides. Al llegar abril, las tiernas hojillas estaban ya abiertas y poco después el sol empezó a calentar con más ardor y las flores llenaron la viña de un aroma embriagador.

Su padre siempre había dicho que la uva estaba lista para la recolección cien días después de la aparición de las flores. Su salida atraía a los insectos, que las polinizaban y hacían posible el nacimiento de las uvas, pero aquellas vides verdes también atraían a algunos animales perjudiciales.

Francesc estaba con él la mañana en que Josep descubrió unas cuantas parras destrozadas, con las raíces levantadas y mordisqueadas. El desastre había ocurrido en la parte trasera de su propiedad, junto a la base de la colina. Había huellas en la tierra.

—Maldita sea —murmuró.

Tuvo que frenarse para no decir algo peor en presencia del crío.

—¿Por qué están destrozadas las parras, Josep?

—Jabalíes —le respondió.

Quim Torras había perdido algunas vides también, unas ocho, pero Maria del Mar no. Aquella noche Josep salió a buscar a Jaumet Ferrer y le pidió que cazara aquel jabalí antes de que destrozara más viñas.

Jaumet pasó por allí y se acuclilló junto a las vides destrozadas.

—Son huellas de un cerdo salvaje, creo que sólo era uno. Las cerdas y los… ¿cómo se llaman?

—¿Las crías? —sugirió Josep.

—Crías. —Jaumet saboreó la palabra—. Las cerdas y las crías se juntan. Los machos deambulan en solitario. Es probable que éste se mueva por la zona del río debido a la sequía. Atacó las raíces de tus vides. Los cerdos se comen cualquier cosa. Carne muerta. Un cordero vivo o un becerro.

Josep pidió a Maria del Mar que, durante un tiempo, mantuviera a Francesc en casa y a la vista.

Jaumet apareció antes del amanecer con su larga escopeta de caza y patrulló las viñas todo el día bajo el sol ardiente. Al llegar el crepúsculo, cuando se hizo demasiado oscuro, se fue a casa.

Regresó al alba el día siguiente, y el otro. Sin embargo, explicó a Josep que al tercer día se iría a cazar conejos y aves.

—Puede que el jabalí no vuelva a molestarte.

—Ah —respondió Josep con cautela—. Puede.

A la mañana siguiente, Josep salió de casa muy temprano y al entrar en la viña oyó ruidos de algún animal entre las vides, al fondo de la plantación. Agarró una piedra en cada mano y echó a correr. Debió de hacer demasiado ruido, porque al llegar a la hilera de las vides asaltada apenas tuvo tiempo de ver el trasero y la larga cola borlada del jabalí, que huía hacia la viña de Quim.

Le tiró las dos piedras y corrió tras él, gritando cosas sin sentido, pero casi enseguida lo perdió de vista. Cuando entró corriendo en la viña de los Valls asustó a Maria del Mar y a Francesc, que no habían visto al animal.



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